lunes, 31 de diciembre de 2012

¡QUE SE VAYAN ELLOS!

A modo de película, en la que se presenta el desenlace al comienzo y el resto del film es una explicación a la primera escena que hemos visto, comienzo este post que no tenía previsto escribir pero considero necesario expresar. 

El desenlace es el título del post: ¡QUE SE VAYAN ELLOS!

Y para llegar a ese desenlace comenzamos por la historia, mi historia profesional. En 2006 finalicé mis estudios de Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid, estando ya contratado por una empresa constructora tras haber realizado una beca de formación con ellos.

Quizá resultara un tanto extraño que al finalizar la formación académica, un arquitecto decida trabajar para una constructora frente a la opción más común, que es colaborar con un estudio de arquitectura y no desarrollar la labor para la que se supone ha sido formado, es decir, proyectar edificios. Para mí supuso un paso lógico: es difícil proyectar un edificio cuando no sabes cómo se colocan las armaduras de los cimientos.

El día de la verdad llegó: después de una temporada de oficina me pasaron a obra, primero como ayudante de Jefe de Obra y luego yo solito al frente de dos obras: el Centro de Acogida de Animales Abandonados de Palencia y el Museo del Agua de Palencia. 

La obra es una novia exigente, la amas y la odias a la vez. Es muy bonito ver cómo vas sorteando obstáculos y construyendo un edificio día a día, pero al llegar a casa exhausto te das cuenta de que en esas más de doce horas que llevas fuera han pasado un montón de cosas que te has perdido. 

De esta época me quedo con los trabajos realizados, aunque fueran proyectos de otros colegas, los considero como míos también y con la experiencia personal, con tanta gente con la que me he relacionado y afortunadamente me han hecho ver que hay grandes profesionales en la ejecución de la obra, ya sean técnicos, direcciones facultativas o el peón que barría la obra a última hora del día.

¿Y con esto qué quiero dar a entender? Pues que mi primer ciclo profesional se ha basado en mucho trabajo, muchas horas al día dedicadas a mi profesión aunque no fueran para proyectar, sino para conseguir que los proyectos de otros cobraran materialidad y buena calidad de ejecución. 

Todo esto con un sueldo digno, no con el dineral que más de cuatro ajenos a la profesión me han insinuado que cobraba, lo que francamente me indignaba y me seguirá indignando.

Por el camino algún colega me ha comentado "la profesión está muy degradada" al saber que un arquitecto estaba realizando este tipo de trabajo, palabras que en ese momento me dejaron estupefacto y sin respuesta. Mi respuesta ahora es que en obra he llegado a conseguir una unión entre proyecto, dirección facultativa y ejecución que ha dado como resultado un trabajo excelente, reconocido así por los proyectistas y compañeros de trabajo.

Llegaron los años de la crisis y en 2010 dejé de trabajar para la constructora y estuve una temporada formándome y poniendo a punto mi salida al mercado como profesional liberal dedicado al mundo de la arquitectura en su más amplio espectro.

Durante ese tiempo de reflexión hubo mucha gente que me comento: en Brasil necesitan técnicos, emigra que vas a tener trabajo porque se va a construir un montón, en Alemania necesitan técnicos, ahora la moda es ir a trabajar a Chile...

Mi irritación va en aumento cada vez que algún profeta bienintencionado me larga una perorata de lo bien que está el panorama profesional en el extranjero e intenta hacerme ver que si no estoy proyectando megaedificios es porque estoy en el lugar equivocado.

Si a estos vaticinios les sumamos lo que he podido observar en estos años: malos arquitectos con contratos millonarios, proyectos deficientes que han sido solventados por el trabajo de los denostados jefes de obra, supuesta preferencia por ciertos colegas en concursos anónimos, etc. llegamos al punto de finalizar este flashback y junto a él la película, porque lo único que mi sentido común sólo me deja sacar por la boca con un lenguaje educado es esta frase:

¡QUE SE VAYAN ELLOS!

Puesto que la culpa de todo esto entiendo que no la tengo yo, que mi mayor propósito es un trabajo regular y digno con el que poder vivir como profesional de la arquitectura. 

JGG Arquitecto Valladolid

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